José Manuel Muñoz Pérez nació en Casillas, Murcia hace 29 años. Aunque se considera una persona diligente, activa y con ganas de aprender y mejorar su calidad personal y profesional a base de trabajo y sacrificio, reconoce que no fue muy diligente en la escuela. A los 14 años dejó los estudios y empezó a trabajar en la construcción hasta la crisis de 2008. Así completó su trabajo en el mercado de Benidorm en la venta de frutas y verduras. Amante de los idiomas y autodidacta, aprovechó la oportunidad que le brindaba la multiculturalidad de la profesión para aprender siempre una palabra nueva. A los 24 años y siguiendo los pasos de su hermano, llegó a Suiza donde trabajó como lavaplatos.

Su buen hacer, su don de gentes, aunque reconoce que es muy tímido, y el equipo de trabajo social y alemán le facilitaron el aprendizaje del idioma. Internet también le ha ayudado mucho a través de plataformas y aplicaciones de idiomas. Luego de dar pequeños y firmes pasos en la tierra del queso y el chocolate y luego de un año y medio de trabajar en ese lugar, acepta un nuevo desafío: ingresa a una escuela suiza de formación profesional en la industria. Hostal. Pasó su tiempo como trabajador temporal en una fábrica de mármol y luego en el almacén de una empresa constructora. Su celo y su dedicación constante, además de tener una licencia de camiones, le han abierto la puerta a un contrato permanente en Kuenzli Ag en Gossau desde el año pasado.

Extraña mucho a su familia, principalmente a sus padres que se están haciendo mayores. Le gustaría ver crecer a sus ahijados, pero es consciente de que Suiza le ofrece actualmente una estabilidad y una calidad de vida que su país no puede.

“Mi idea sería estar aquí unos 15 años. Ahorra, invierte en España y luego poder volver y disfrutar de tu familia, sobre todo con tus padres”, comentó José

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José Manuel Muñoz Jerez vio una llamada de Dennis Claes en la página “Españoles que se ayudan de verdad en Suiza” que necesitaba conductores voluntarios que viajaran a Polonia para recoger refugiados y no se lo pensó dos veces.

“Vi la publicación y me dije, por qué no. Estaba en mi poder ofrecer ese tipo de ayuda. Necesitan un conductor, y estoy y estoy calificado para este viaje. Si supiera hacer otras cosas, ayudaría de otra manera, pero de momento esto es lo que buscan y lo estoy haciendo”, comentó José con mucha humildad.

Y así, sin descanso, pero con la constancia que le caracteriza, se dirigió a Polonia tras salir de su jornada laboral con el también murciano Rubén Sorian Carrillo, para coger una furgoneta y un remolque cargados de ayuda humanitaria y recoger a doce refugiados para llevarlos ellos a Suiza. Su primera parada fue en un convento de dominicos donde el padre Maciej les dio la bienvenida con comida y un lugar para descansar.

“Compré chocolates para llevar amor a los niños y por casualidad o el destino nos hizo conocer a esta familia compuesta por una madre, su hijo de 17 años y su hija de 10 años. Los refugiados no suelen estar en la iglesia sino en el pabellón. Sin embargo, esa chica se cruzó en mi camino y fui por chocolate para ella. Así les hablábamos”, dijo emocionado.

Esa familia quería viajar a Suiza, pero en principio no había sitio para ellos. El destino, el chocolate y la gran humanidad de este murciano y su socio Rubén se alinearon para que pudieran traerlos. Llegaron a Suiza y fueron recibidos por el propio Rubén.

“Los refugiados que traemos están felices de quedarse e intentar vivir aquí, pero también hay preocupación y miedo por lo que dejan atrás. En la mayoría de los casos, además de la vida, sus casas, recuerdos, dejan padres, esposos, hijos…”, explicó.

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Esta semana, José Muñoz Jerez ha recibido temporalmente a una madre y a su hijo de 17 años que le llevarán en unos días a Lausana donde vivirá con una familia española.

“Están felices de tener una oportunidad en este país, pero su hermano de 18 años tuvo que seguir luchando y vivir con angustia y preocupación por la situación”, continuó.

Este murciano humanitario se queda con la esperanza de que aún podamos soñar con un mundo mejor en el que prevalezcan los principios y valores humanos.

«Hay muchos niños allí y eso me entristece. Los demás también. Nadie debería vivir en una situación así. Por el camino, nos cruzamos con cinco ambulancias británicas que transportaban material médico a un campo de refugiados, coches españoles que venían a buscar gente, soldados que traían gente… Esto me demuestra que todavía hay gente buena en el mundo y ante un problema de esta magnitud venga. juntos para ayudar. Me da esperanza. Todavía hay una oportunidad para un futuro mejor para nosotros».

José Muñoz Jerez ha acogido temporalmente en su casa a su madre, profesora de profesión, y a su hijo Leonid, de 17 años, recientemente. El joven, muy sonriente y muy alto, comentó que nunca se había imaginado viajar a Suiza, pero que estaba muy agradecido por la ayuda brindada. Le gustaría aprovechar la oportunidad para continuar con su educación, trabajo y aprendizaje de idiomas. Su mayor deseo es que termine esta pesadilla y, en caso de que tenga que pensar en el futuro en Suiza, traer a su hermano de 18 años y a su padre que están en guerra.