Londres, 16 de mayo (EFE). – ¿Y si toda la humanidad viviera en megaciudades de 10.000 millones de habitantes para que el planeta respire en paz? Preguntas tan provocativas como las planteadas por artistas, académicos y pensadores en una exposición alrededor del mundo en Londres que invita a repensar el futuro.

Como el enfoque de las distintas propuestas es el cambio climático, “Nuestro Tiempo en la Tierra” (“Our Time on Earth”) busca sacudir la mirada del público para que imagine ser más armonioso y respetuoso con la naturaleza.

Por eso, la macro ciudad que propone el artista australiano Liam Young en la película “Planet City” se mezcla con soluciones extraídas de las comunidades indígenas de las brasileñas Sonia Guajajara y Célia Xakriabá, o con una gran mesa comedor para todas las especies que ofrece Superflux. colectivo.

Young muestra una película y una selección de ropa vanguardista diseñada con materiales orgánicos, acompañada de imágenes de una superciudad que uniría a toda la humanidad y permitiría que la Tierra se regenerara en paz.

Más de 10.000 millones de personas vivirían juntas en esta megalópolis imaginaria, hablarían 7.747 idiomas, utilizarían 4.300 millones de bicicletas, verían más de 42.000 canales de televisión, visitarían 6,3 millones de dentistas, consumirían 2.000 millones de tomates y necesitarían 93 bytes de datos.

Todo ello se concentra en 1,4 millones de distritos y 221.000 kilómetros cuadrados de edificaciones con una altura de unas 165 plantas.

“En una ciudad planetaria, vemos que el cambio climático ya no es un problema tecnológico, sino ideológico anclado en la cultura y la política. Es una ciudad ficticia”, explica Young en un comunicado sobre su obra.

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Su propuesta es solo una fantasía arquitectónica intuitiva que desafía la percepción general de que las grandes ciudades amenazan el medio ambiente, cuando en realidad pueden convertirse en la forma más sostenible para que la humanidad sobreviva en el planeta.

El Barbican Centre, sede de algunas de las propuestas más innovadoras y alternativas de Londres, exhibe un total de dieciocho proyectos, doce de los cuales han sido encargados especialmente para esta exposición.

«Esta exposición ayudará a mirar el diálogo sobre el cambio climático de una manera nueva y a hacer propuestas radicales que nos conecten con el mundo natural (…) Podemos mirar el futuro de la moda y cómo los microbios pueden usarse en telas, » explica Luke Kemp, comisario de muestras del Efele.

«Un aspecto importante de lo que queríamos hacer aquí es unir la colaboración, unir las ideas de académicos o pensadores con las de diseñadores y artistas», agregó.

Una de estas colaboraciones es la colaboración de la destacada bióloga colombiana Brigitte Baptiste con el London Institute of Digital Fashion, que está explorando el concepto de «ecología queer» como una manifestación permanente de las diferencias.

“Nuestro Tiempo en la Tierra” recibe al visitante con su primera provocación, que marca la pauta para lo que viene después: una mesa donde se sientan distintas especies, comiendo desde el estómago hasta la abeja, o incluso pasando por las setas, y por supuesto el hombre. Todos en igualdad de condiciones, no por encima de nadie.

Sus creadores, Superflux, subrayan su intención de promover un «cambio de mentalidad» que permita al mundo pasar «de la supremacía antropocéntrica al respeto mutuo ecológico».

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Además de recordar la importancia de la tecnología como aliada en la crisis climática, la exposición tendrá un papel importante en las comunidades indígenas, que, como recuerda Kemp, protegen hasta el 80% de la biodiversidad mundial.

«Es muy importante que hayamos descubierto a quién debemos escuchar, de quién podemos aprender y a quién podemos brindar una plataforma. Por eso estamos trabajando con el Grupo Selvagem (…) para ayudarnos a comprender cómo pensaban los racionalistas occidentales y las ideas de los pueblos indígenas son tan diferentes”, dijo Kemp.

Despidiendo la exposición, Sonic Waterfall, obra de Silent Studios e inspirada en la colaboración con el cantante de Blur Damon Albarn, concluye el recorrido con el objetivo de traer paz y reflexión al sonido del agua cayendo en el arroyo. El visitante es necesario para repensar el planeta. EFE

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