La elegancia atemporal y la perfección culinaria de Les Moustaches son un hecho en constante cambio que siempre me sorprende y fascina.
Los detalles que logran la perfección
La impresionante mansión de pórfido en la que se ubica fue el hogar de los abuelos de Luis Gálvez, una mente brillante que convirtió el nombre de Les Moustaches en sinónimo de éxito y sofisticación. Conservando el gusto sofisticado de la época en que se construyó la mansión, Luis logró combinar la alta cocina con el estilo y la arquitectura y demostrarnos que el buen gusto supera cada momento y situación.
Con su dilatada trayectoria, es una medida de la excelencia gastronómica francesa en nuestro país, así como un frecuente punto de encuentro de empresarios y personalidades importantes del país.
Una parte importante de su excelencia es la atención que brinda, ya que el personal siempre está atento, impecablemente vestido y dispuesto a satisfacer los deseos de los huéspedes, haciendo de cada momento una experiencia culinaria única. Lo que más destaca, sin embargo, es la presencia diaria de Luis, quien supervisa todo el proceso de preparación de los platos hasta su presentación en la mesa.
Les Moustaches, expresión de la cocina francesa y oda a la época dorada de México, es un portal a un mundo paralelo donde la elegancia clásica, la alta cocina y un ambiente único nos envuelven de sensaciones inolvidables.
El menú, que cambia tres veces al año, con extras divertidos como varios festivales gastronómicos que se organizan constantemente, es extenso y excelente. Tiene platos tentadores que invitan a volver, y lo mejor: los favoritos quedan a disposición de los invitados.
Las ostras de Rockefeller, el delicioso abalón y el cordero son platos que nunca me pierdo. Disfruto de la frescura de sus productos y de la excelencia del chef Rafael Bautista, quien los prepara y nos sorprende constantemente con deliciosos menús de temporada desde la apertura de la barra.
Una vez conocido, es difícil precisar si la magia de su éxito radica en la excelente gastronomía francesa, en delicados adornos o en un ambiente donde el piano y el violín acompañan cada bocado. Parece una sinfonía perfecta en la que hay una delicada armonía entre cada elemento.
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