El efecto boomerang de una lengua

El efecto boomerang de una lengua

¿Es posible volver a una lengua después de haberla abandonado?

Si pudieras retroceder en el tiempo y tener la oportunidad de cambiar algo en tu vida, ¿lo harías? ¿Quién no se ha dicho alguna vez: «Debería haber estudiado mejor esto cuando estaba en el colegio» para tal o cual asignatura, ya sea matemáticas, historia, francés… o idiomas?

Pero es cierto que cuando eres un niño y descubres los idiomas en los bancos del colegio, no es necesariamente un placer. Hay que aprenderlas, igual que hay que aprender las tablas de multiplicar o la conjugación del subjuntivo. Sigue siendo un requisito escolar que se desvanece una vez finalizado el tiempo de estudio. ¡Liberación!

Pero años después, por diversas razones, uno puede volver a enfrentarse a esta realidad del aprendizaje de idiomas. Y aquí es donde comienza el efecto del parón. La lengua es como un bumerán, una vez lanzado, sólo hay que cogerlo para darle más impulso. Ahora nos toca a nosotros encontrar la mejor manera de sacarle el máximo partido.

Ponerlo en contexto

No es fácil volver a un idioma que se ha abandonado, sobre todo si hay que hacerlo, ya que suele ser en un contexto profesional, en este caso con mayor frecuencia durante un traslado o un viaje al extranjero, o incluso con poca antelación, por ejemplo para una reunión importante.

Así que sí, el desplazamiento geográfico, al que se añadirá automáticamente un choque cultural, más o menos fuerte (¡para nosotros, francófonos, será probablemente más fácil adaptarse en un país europeo como Inglaterra o Italia que en un país como China o Gambia! Así que si tenemos que cambiar de idioma, la cosa cambia.

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Dicho esto, siempre nos sentiremos más cómodos sabiendo que el idioma en cuestión no será totalmente nuevo si tenemos la oportunidad de estudiarlo en la escuela. En este sentido, hay menos miedo a lo desconocido y la motivación será más fácil de encontrar. No partimos de cero. Aquí es donde entra en juego el efecto hiato: el objetivo es reactivar lo que has aprendido y luego olvidado.

He aquí, en tres semanas, un pequeño programa diseñado para conseguirlo.

Semana 1: En sus marcas…

Ser realista es un primer paso importante, el objetivo es recordar tu nivel en el momento de dejar el idioma: ¿era básico, puramente académico, o ya tenías alguna práctica concreta? ¿Era uno capaz de mantener una conversación, de explicarse adecuadamente… o simplemente de responder sí, no y dónde está el baño?

Además del aspecto comunicativo, también es importante recordar el nivel de vocabulario, gramática y conjugación. ¿Fue una pesadilla o estuvo «bien»? Esta primera reflexión le permite priorizar lo que debe revisar primero.

En esta primera etapa, una buena idea es introducirse poco a poco en la lengua meta, leyendo, viendo la televisión (con o sin subtítulos) o escuchando la radio. Mejor aún, si tiene un colega, amigo u otro conocido que hable el idioma, ¡aprovéchelo! ¡Practicar es la mejor opción!

Semana 2: ¿Preparado?

Has sobrevivido a la semana de preguntas, así que prepárate para atacar la segunda semana, la de la formación intensiva. Aquí, todo es cuestión de disciplina. Tienes que obligarte a seguir un programa de ataque riguroso, por ejemplo diciéndote que cada día tienes que hacer: una o dos lecciones en tu aplicación de idiomas favorita (gratuita como Duolingo, o de pago como Babbel, por ejemplo), un podcast y una canción (no sólo para escuchar, ¡eh! ¡El objetivo es entender también!) Si te lo puedes permitir, no dudes en tomar clases online con un profesor de idiomas, durante una o dos horas a la semana, que ya está muy bien.

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Semana 3: ¡Habla!

Una vez que hayas aprendido la rutina, es hora de ponerla en práctica. Si no conoces a nadie que hable el idioma que quieres aprender, piensa en sitios web especializados como Tandem, Hello Talk o Conversation Exchange.

Al igual que tú, la gente de estos sitios busca comunicarse con hablantes nativos para mejorar su acento y sus habilidades lingüísticas, lo cual es una gran manera de ponerse al día rápidamente.

 

En definitiva, dominar un idioma requiere años de práctica. Cuando ponemos este aprendizaje en «pausa», debemos recordar que lo que hemos aprendido sigue estando en algún lugar de nuestra memoria, el objetivo es utilizar el efecto boomerang para reactivar este conocimiento.

Nuestro cerebro necesita recibir los estímulos necesarios para refrescarse y así poder perseguir nuestro objetivo. Al final, aprender un idioma es como hacer deporte. Cuanto más practiques, mejor lo harás, cuanto más sigas haciéndolo.

Sources :

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